utopia

lunes, 8 de noviembre de 2010

Cosas que nunca te dije




-Cuando somos felices no nos damos cuenta, eso también es injusto. Deberíamos vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos en que nos haga falta pudieramos coger un poco, del mismo modo que guardamos cereales en la despensa o recambios de papel higiénico por si se acaba, ¿entiende?


-¿Por qué necesita recambios?

-¿Y usted no? ¿Ya es bastante feliz?

-No, no lo soy, pero... No creo que lo necesite.

Qué difícil. Pero me parece que aún es más difícil quedármelo para mí sola. Supongo que por eso lo hago. Tú siempre me preguntabas en qué momento había empezado a quererte. Empecé a quererte exactamente cuando me llamaste para decir que me dejabas. De hecho fue en ese preciso momento cuando olvidé el amor que sentía antes, me olvidé de la ternura y del sexo, de tu lengua, me di cuenta de que lo que había sentido antes no era más que el simple reflejo de lo que era el amor. Descubrí que no te había querido nunca. De repente pensé en aquella torturaba que practicaban en Francia. ¿Sabes qué hacían? Ataban las extremidades de una persona a cuatro caballos y los azuzaban en direcciones diferentes. Pues así es cómo me sentí. Así es cómo me siento. Ahora ya sé lo que es amar. Te amo con esa clase de amor que había rezado por sentir cuando era una adolescente y que ahora rezo por no volver a sentir nunca más.

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